Australia ha marcado un hito en la regulación digital al prohibir el acceso a redes sociales a menores de 16 años. Plataformas como Facebook, Instagram, TikTok y YouTube deberán implementar sistemas de verificación de edad, bajo riesgo de multas millonarias. El objetivo: reducir el impacto del ciberacoso, la exposición a contenidos nocivos y los problemas de salud mental asociados al uso intensivo de redes en adolescentes. La Unión Europea estudia medidas similares, que podrían incluir la prohibición para menores de 15 años y el consentimiento parental para los de 13 y 14.
Pero ¿cómo reaccionan los padres españoles ante esta posibilidad? Los datos son reveladores: el 79% está de acuerdo con aplicar una medida similar en España, lo que muestra un consenso social amplio sobre la necesidad de proteger a los menores en el entorno digital. Sin embargo, solo el 31% cree que es factible que se implemente en nuestro país. Esta brecha entre el deseo y la percepción de viabilidad viene probablemente de la complejidad técnica, la falta de precedentes y la resistencia cultural a regulaciones tan estrictas.
Además, un 64% de los padres considera que la medida sería positiva para los menores, lo que indica que la preocupación por la salud mental y la seguridad online está muy presente en las familias. Y el dato más contundente: el 81% afirma que impondría estas restricciones en casa, incluso si no fueran obligatorias por ley. Esto sugiere que los padres están dispuestos a asumir un rol activo en la protección digital, aunque reconocen que la regulación estatal podría ser difícil de aplicar.
Estos resultados plantean varias reflexiones. Primero, existe una clara demanda social de intervención: los padres perciben que el acceso temprano a redes sociales expone a los menores a riesgos que no saben gestionar. Segundo, la baja confianza en la implementación revela un desafío político y tecnológico: ¿cómo garantizar la verificación de edad sin vulnerar la privacidad? ¿Cómo evitar que los adolescentes eludan las restricciones? Tercero, la disposición de los padres a actuar por cuenta propia abre la puerta a soluciones híbridas: educación digital, herramientas de control parental y acuerdos voluntarios entre familias y plataformas.
En definitiva, el debate no es solo sobre prohibir o no prohibir, sino sobre cómo equilibrar protección, libertad y viabilidad. Australia ha dado el primer paso, pero su éxito dependerá de la capacidad de las plataformas para aplicar medidas efectivas y del compromiso social para asumir que la infancia digital necesita límites. ¿Será España el siguiente? Los datos dicen que los padres están preparados; ahora falta saber si las instituciones y la tecnología también lo están.
¿Por qué preocupa tanto? El uso real de pantallas y redes
El debate cobra más sentido si miramos cómo usan las pantallas y redes los menores en España. El uso de dispositivos digitales no es homogéneo: evoluciona con la edad y redefine rutinas, relaciones y aprendizajes. En los primeros años (0–5), más de la mitad no tiene dispositivos propios, lo que refleja una etapa donde la tecnología aún no es protagonista. Cuando aparece, suele ser a través de tablets, presentes en un 32% de este grupo y generalmente en contextos familiares.
A partir de los 6 años, la presencia de pantallas se dispara: la tablet se convierte en el dispositivo estrella (55%), seguida por la consola (44%). Pero el verdadero punto de inflexión llega en la adolescencia: el 79% de los jóvenes de 12–17 años tiene smartphone y el 75% ordenador, consolidando estos dispositivos como herramientas para comunicación, entretenimiento y estudio.
El tiempo de uso también cambia. Entre semana, la mayoría se mueve en 1–3 horas diarias, pero en fines de semana el consumo se intensifica: en adolescentes, casi un tercio pasa entre 4 y 6 horas con el smartphone y cerca del 18% supera las 6 horas. La consola, en cambio, se concentra en sesiones recreativas cortas: más del 70% la usa 1–3 horas los fines de semana.
Los contextos revelan cómo se integran las pantallas en la vida diaria: estudiar o hacer deberes es el momento más frecuente (52%), seguido de socializar con amigos (42%) y usar el móvil antes de dormir (30%). Las motivaciones son claras: entretenerse (68%), comunicarse con amigos (47%) y cumplir tareas académicas (47%). Con la edad, gana peso la interacción social y la búsqueda de información
En redes sociales, YouTube domina (53%) como plataforma transversal, pero en la adolescencia irrumpen TikTok (62%) e Instagram (55%), que se convierten en espacios de expresión y pertenencia. El tiempo en redes sigue el mismo patrón: entre semana predomina el uso moderado (1–3 horas), mientras que en fin de semana crecen los tramos de 4–6 horas, especialmente en Instagram y TikTok.
¿Cómo ven los padres estos datos?
La preocupación no es solo teórica: 4 de cada 10 padres creen que sus hijos hacen un uso excesivo de las pantallas, y esta percepción aumenta en la adolescencia (45%). Otro 37% lo considera “algo excesivo”, lo que indica que la inquietud es generalizada.
El 40% limita el tiempo diario de uso, y un 32% controla el tipo de contenido al que acceden los menores. Sin embargo, 1 de cada 4 no aplica ninguna restricción, cifra que sube al 36% en adolescentes, lo que muestra una brecha entre la preocupación y la acción.
Conclusión: ¿Prohibir o educar?
Los datos dibujan un escenario claro: del binomio tablet–YouTube en la infancia se migra al smartphone y redes sociales en la adolescencia, con un consumo más intenso los fines de semana y motivaciones que combinan ocio, socialización y estudio. El reto está en acompañar este proceso para garantizar un uso equilibrado y saludable. La regulación puede ser parte de la solución, pero la implicación activa de las familias y la educación digital serán claves para que la infancia y la adolescencia crezcan en entornos seguros.
Metodología:
Este estudio realizado por YouGov España a 296 padres españoles con un total de 420 hijos mejores. Se han aplicado cuotas por género, edad y región al recoger la información con el fin de garantizar dicha representatividad. La encuesta fue realizada entre el 4 y 5 de diciembre de 2025 en un cuestionario semiestructurado.
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